Soy Danna, tengo casi 30 años y mi vida profesional siempre estuvo enmarcada por la imagen, la palabra y la narrativa. Estudié Ciencias de la Comunicación con la ilusión de contar historias, de darle voz a los que no la tenían y de, tal vez, ver mis artículos y reportajes en los principales medios del país. Sin embargo, la vida, con su peculiar sentido del humor, me llevó por un camino inesperado: terminé siendo coordinadora del departamento de mercadotecnia en una empresa de comercio exterior.
Cuando me dieron el puesto, mi primer pensamiento fue: “¿Cómo demonios llegué aquí?”. Mis conocimientos sobre aduanas, pedimentos y regulaciones de comercio eran tan limitados como mi capacidad para pronunciar términos como “incoterms” sin sonrojarme. Pero, como dice el viejo adagio, “la necesidad agudiza el ingenio”, y pronto descubrí que mi formación en comunicación tenía más aplicaciones prácticas de lo que jamás imaginé.
Al principio, mi día a día era una mezcla de confusión y aprendizaje. Cada reunión con los expertos en comercio exterior se sentía como una clase magistral de algo que no había estudiado ni en los cursos más avanzados de la universidad o mi especialidad en periodismo. Pero ahí estaba yo, intentando entender la diferencia entre una “auditoría” y una “auditoría preventiva”, mientras mantenía la compostura y un semblante que solo se me caía en mi oficina, donde practicaba en voz alta mis explicaciones.
Lo que realmente me sorprendió fue cómo mi formación en comunicación se convirtió en mi salvavidas. Aprendí a utilizar mi habilidad para la narrativa para simplificar conceptos complejos. Empecé a crear manuales de procesos y presentaciones que, aunque no hacían que los términos técnicos fueran más fáciles de entender, al menos los hacían menos intimidantes. Me di cuenta de que, al final del día, lo que realmente importa en cualquier campo es la capacidad de transmitir una idea con claridad y persuasión.
El mayor aprendizaje, sin duda, ha sido entender la importancia de la adaptabilidad. El comercio exterior es un campo lleno de variables y cambios constantes. Desde regulaciones cambiantes hasta fluctuaciones en los mercados internacionales, cada día es una nueva lección. He aprendido a no aferrarme a lo conocido, sino a abrazar el cambio con una sonrisa y un café en mano.
Hoy, a pocos meses de haber iniciado esta aventura, puedo decir que me siento afortunada. He crecido profesionalmente de maneras que nunca imaginé, con un equipo que me ha abierto las puertas con amabilidad y conocimiento. He aprendido a navegar en un mundo que me parecía ajeno y a encontrar conexiones entre lo que estudié y lo que hago ahora.
A las y los que están dudando entre seguir el camino trazado o aventurarse en uno nuevo, solo puedo decirles una cosa: ¡Atrévanse! A veces, el viaje más inesperado es el que nos lleva a los lugares más sorprendentes y nos enseña lecciones que jamás hubiéramos aprendido de otra manera.